No apagué las velas de mi cumple físicamente, pero los deseos de mi corazón fueron pedidos con ansias e ilusión, nunca había querido tanto de vuelta mi paz y el amor que sentía hasta que sentí que se fueron apagando, por eso es que nadie encuentra las llaves de mis puertas, porque nunca las saco de casa, prefiero salir con candados de todos lados que sé que no es sano, pero me mantiene segura, porque carajo como duele tocar donde hay suturas de heridas pasadas, es como golpearse una cicatriz, como si cada golpecito te recordara cuando te la hiciste, por eso es que nadie llega, por eso es que nadie conoce más allá de lo que les quiero mostrar, porque cuando lo hacen, cuando sienten que están tocando por fin fibras en mi vida, parece que activaran su modo dañino y vuelve de nuevo el ciclo, ese que al principio me hace sentir feliz, emocionada, encendida, llena de más luz, con ganas, muchas más ganas, pero luego solo poco a poco me apaga, me consume y me diluye los sentimientos que estaba creando, como algodón de azúcar en agua, sin anestesia, sin bandita, es por eso que nadie, es por eso que con ninguno, es por eso que de ninguna forma, porque si, tomar riesgos enseña, pero hay riesgos que aparte de enseñar recuerdan y hay recuerdos innecesarios, esos que ya advertiste que dolían pero aún así te los traen al presente como si hubieses pedido desde el alma que te retorcieran los pensamientos con algo así de nuevo y ya hoy, no lo merezco, antes tampoco, pero hoy lo tengo claro y como quiero, como me gustaría tener una pizca de seguridad para quedarme, pero de nada sirve si la contraparte sólo quiere comunicarse mediante silencios y omisiones; juro que lo que más pedí aún sin velitas en el pastel, fue recoger de nuevo mi amor, mi paz y mi valentía, volver a mi fuerza y mi rigidez porque ahí en mi espacio, solita, nada me remueve tanto.
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