Un día no hace mucho fui la que se desvanecía con el corazón hecho trizas por razones de las que hoy no justifico ninguna con excepción al único motivo que me llevó a estar así y fue precisamente el afán de sentir el amor del que siempre he estado enamorada, en personas que no sabían lo débil que me podían hacer. Hace unos meses lloraba con el pecho deshecho sintiendo que me faltaba el aire, perdiendo toda oportunidad de conocer algo más allá de lo que hasta ese día conocí, creyendo que no tendría más oportunidad para ser feliz y que la había desperdiciado.
Hace poco tenía los ojos apagados y una sonrisa mal fingida con la que salía a enfrentar cada día, cargaba en mi el peso de una culpa que no era mía, el sentimiento de insuficiencia que me hacía restarle a la mujer que soy, caminaba inundada en pensamientos que sólo me llevaban a sentimientos erróneos de los que no sabía cómo salir.
Hace apenas unos meses sentía que todo estaba mal dentro de mi, que no había algo de bueno en quien era y en lo que hacía, me culpaba por la gente que me hacía daño porque sentía que no hacía lo suficiente para que eso no pasara, derribé mis sueños y me dediqué a sonreír en el día frente a los demás para llegar a casa en la noche a llorar para descansar de la carga de la hipocresía con la que mentía sobre mi estado, con la famosa depresión y la cruel ansiedad haciéndose dueñas de mi vida y negándome a todo lo que pudiera hacerme sentir feliz o tranquila.
Luego de todo lo anterior, un día tomé la dura decisión de despertar, esa que al principio parece la más compleja pero luego te saca de esa burbuja llena de humo y te saca la venda de los ojos para que veas que hay muchísimo más por vivir; resulta que la tomé de rodillas pidiendo a Dios que mi corazón se sintiera en paz, que mi vida tuviera tranquilidad y que toda yo estuviese llena de amor, pero no sólo se trataba de pedirlo, se trataba de quererlo de verdad, de anhelarlo y estar dispuesta a avanzar, por esa razón me refiero a que tomé honestamente la decisión de salir de ahí.
Día con día me empecé a convertir en la mujer que realmente debía ser, empecé a verme con el amor que veía a otros, a amarme con la fuerza que tuve para amar a alguien más por encima de mi, a dejar que fuese Dios actuando en mi vida, pero sobre todo, aunque no ha sido un camino lineal ( ninguna historia de éxito trae un camino así ), empecé a convertirme en esa que baila como si no la estuvieran viendo sin la mínima intención de llamar la atención, que siente la música hasta en las venas y se deja llevar, me convertí en esa que prefiere su espacio consigo misma y compartirlo cuando le antoja, en esa que no necesita compañía para ir a donde quiera, en esa que no se escuda en fachadas para tapar quien es, en esa que no teme hacer lo que le gusta frente a nadie, en esa que le perdió el miedo a lo que puedan opinar de ella, en esa que se escucha a sí misma sin pasar sobre la opinión de nadie respetando sus creencias y elecciones...
Elegí convertirme en esa mujer que prefiere ser feliz como se le antoje, que para bailar no necesita dos manos en las suyas, en esa mujer que hace lo que su corazón le indica aunque eso signifique empezar de cero, esa mujer que se muestra intensa, cual niña pequeña jugando a la vida, romántica empedernida esperando que el amor llegue a su vida sin ninguna prisa, luchando contra todo lo que le ataca en silencio pero sin callar lo que le desagrada, saliendo a dar su mejor cara pero esta vez siendo cien por ciento transparente con sus emociones, permitiéndose correcciones que mejoren en todos los aspectos sus acciones, permitiéndose errores, con la certeza de que esta vez todo traerá rutas mejores.
Me convertí en la mujer segura que anhelaba, en esa que no teme decir la verdad porque sabe que tiene la capacidad de hablar con amor y honestidad; esa, que no permitiría que alguien que pueda herir su corazón permee su vida y tenga la posibilidad de dañarla, esa que prefiere su soledad antes que un alma vacía en la cama, esa que no se oculta de quienes la ven, que ya no le teme a decir no, que sabe cuando hablar y cuando conservar su tranquilidad, esa que se aleja de situaciones que ya vivió porque no está para vivir en el pasado con los demás, me convertí en esa mujer que tiene mucho de dama como tiene mucho de dura, y si les soy honesta, me he convertido en la mujer que debí ser siempre, porque por mucho tiempo, las personas que realmente rodean mi vida y le suman valor, han sabido que podía ser ella, pero yo no, yo veía por ojos que no eran los míos y hoy que me recuerdo cada que salgo a divertirme, cada que hago algo que me daba miedo o cada que me enfrento a situaciones inesperadas, luego pienso en cómo actué en ese momento y siento tanto amor hacia quien soy ahora, siento toda esa paz que pedí en mi corazón.
Incluso podría decirles que siento nostalgia, porque pude ser ella todo el tiempo, pero primero tuve que ver la versión más destruida de mi vida para luego entender que sólo necesitaba de vuelta el amor que regalé, pero lo necesitaba de vuelta para dármelo a mi y cuando lo recuperé y lo reforcé, fue cuando entendí, así que a mi versión de hoy, sólo le agradezco porque no ha sido fácil, pero admiro todo lo que he avanzado y saben qué es lo mejor? que aún no voy ni por la mitad del camino que me he trazado.
Sólo espero que cada vez seamos ella, mucho mejores que ella, que nos convirtamos en esencia, no en apariencia, Dios nos creó a cada uno con esa esencia única con la que podemos arrasar donde queramos, claro está, con respeto a los demás; no permitamos que se nos olvide por pretender ser lo que quiere alguien más, para que alguien te ame con honestidad sólo basta con que seas tú mismo, mejora en lo que tengas que hacerlo, observa lo que no te guste y avanza, por ti, por amor, por paz.
Con amor, Tania.
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